Son las 4.30 de la madrugada
de un día cualquiera de invierno, hace frío, aún no han puesto las
calles y ya tengo que levantarme. Mi madre no para de meterme prisa,
¡Espabila dormilón, que llegaremos tarde! y el caso es que no le falta
razón, vivimos muy alejados de la piscina y si me descuido un poco,
empezaré tarde el entreno. Aprovecharé el trayecto para comer algo en el
coche y de paso echaré una cabezadita.
Mis amigos no lo entienden y me dicen que
estoy loco. ¡Con lo bien que se está en la cama y tu levantándote a
esas horas! Alguna vez me he preguntado si no tendrán razón, si tanto
sacrificio valdrá la pena y lo extraño es que siempre obtengo la misma
respuesta. Me gusta entrenar, no me importa ponerme en marcha tan
temprano y ni siquiera que las calles estén vacías a esas horas, no me
preocupa que tardemos cuarenta minutos en llegar a la piscina, lo que
haga falta para hacer realidad mis sueños. Lo sé, soy un bicho raro y mi
padre me lo recuerda de vez en cuando
¡Tenías que haber sido futbolista!
Estiramos un poco y rápidamente al agua.
Toca entrenamiento aeróbico y tenemos tan solo 90 minutos para realizar
cinco mil metros de repeticiones largas. ¿Es que el entrenador no tiene
sentimientos? Lo peor de todo es que mi madre tendrá que esperar dentro
del coche a que termine la sesión para llevarme al instituto. Menos mal
que se preocupa por mí y me apoya, si no fuera por ella, no podría
entrenar y entonces nada sería posible.
¡Es la mejor!
¿Nos hemos parado alguna vez a pensar la
labor desinteresada y a veces, poco apreciada que realizan algunos
padres? ¿Tenemos en cuenta el enorme sacrificio que supone para una
familia tener un hijo nadador? ¿Valoramos como merece el esfuerzo que
realizan? ¿Nos damos cuenta de que ellos son el escudo donde se cobijan
los nadadores cuando tienen una mala actuación, los que sufren los
platos rotos ante una inesperada derrota?
Desconozco si todas estas preguntas
obtendrán similares respuestas. Imagino que cada uno tendrá una opinión
válida al respecto, pero personalmente yo quiero mostrar mi afecto y
consideración a todos aquellos padres que cooperan y contribuyen a
diario, con su inestimable aportación, a que la que la preparación de
sus hijos y las de sus compañeros de entrenamientos sea más eficiente y
asequible, a los que estiman y respetan como merece la labor de los
entrenadores y los que participan con su entrega y generosidad al
bienestar del nadador.
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